jueves, noviembre 10, 2005


Ayer la televisión se apagó sola. Me asuste pensando que fuera el fantasma de abraham quien quería decirme algo; luego recordé que abraham no está muerto y comencé a reir. No es atipico que se me vea peculiarmente sonriente estos ultimos días. A pesar de estar solo y al momento de reducir el gesto alegre se me nota de nuevo el rostro languidecido, por muchas razones no dejo de sonreír cada vez que pienso en tí.
Sin embargo es extraño, nunca me había sentido tán bipolarizado internamente como ahora. Hoy por ejemplo recordé una de muchas experiencias al salir de clases y sonreí muun largo tramo mientras caminaba a mi casa. No me importa lo que la gente piense, ellos no sienten lo que yo. Sostuve la el ensueño hasta que ví nuestras firmas en el piso. Martin Santos Abraham, y me desmoroné.
Uno no piensa en la relevancia que podrán tener nuestros actos, nuestro pasado, nuestras inprudencias en algún futuro relativamente lejano. Como dijera Lucía, si supieramos cuanto valor tiene cierta carta, cierto escrito, cierto evento a futuro, no lo usariamos como apoyo para de esa forma amedrentar los hechos que habrán de venir, no. Uno tendría miedo, pensaría en mejores maneras de llegar al mismo lugar, y de tanto escrutinar en el futuro este terminaría por no suceder.

Y aunque hoy doy gracias pr los hechos del pasado que forjaron nuestro presente, no puedo dejar de especular sobre el rumbo que habría tomado nuetro destino si hubieramos sabido la relevancia de todo lo que vivimos.
Pero las cosas están hechas y a pesar de todo sigo creyendo en él, y no dejo de sonreír cada segundo sabiendo que esta a un lado mio.